lunes, 29 de marzo de 2010

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[El perro que viste de verde]

...Nunca comprendí realmente el porqué nos habían mandado a ese lugar tan aislado y tan estéril.Tan frío y tan desolador.Era increíble que alguien pudiera vivir allí.
Nuestro destacamento era bastante grande y estábamos provistos de armas de muy grueso calibre.No era necesario que fuésemos tantos a ese lugar,pero nuestro general era un hombre implacable y completamente inhumano.Un perro de los militares,así como yo.Lleno de odio por sí mismo y por su patria sin honor.
Cuando llegamos a Amdo,a eso de las dos de las mañana,nos encontramos con los lamaístas que protegían Amdo.El general nos ordenó lanzar las bengalas y apenas vimos a todos esos lamaístas dormidos,nos ordenó disparar a sangre fría.No era una guerra aquello,ni siquiera una batalla.¿Honor para nuestra patria? ¿Para la gran China? Aquello era una simple matanza.
La sangre llovía con cada casquillo de bala que caía.Los hombres en el suelo aullaban de dolor mientras,de sus estomagas mutilados,brotaba la sangre como un manantial impío.Algunos ciudadanos de Amdo apenas sabían usar sus rifles,ni siquiera sostenían bien sus lanzas.Mientras nosotros teníamos ametralladoras y eramos miles contra unos cientos de personas.
Apenas pude dormir esa noche.Veía la lluvia de ráfagas despedazar la cabeza de un hombre,de quien podría ser el padre de alguien.Vi como violaban a las mujeres de Amdo y como acababan a los ancianos con sus cuchillas.Sin miramientos,sin siquiera pensar en aquello.Eramos como verdaderas maquinas.En nuestra mente solo había la palabra obediencia,pero en nuestro corazón sentíamos vergüenza.Una vergüenza eterna,horrible.Un país no vale aquellas vidas.
Cuando amaneció partimos hacía Lhasa,con la orden de acabar con el Dalai Lama y sus seguidores.Nadie cuestionó las ordenes del general.Hacer eso significaba la muerte.En un par de horas llegamos finalmente a las puertas de Lhasa.Por suerte,los Tibetanos ya se habían rendido.Sin embargo teníamos la orden de buscar al Dalai Lama y matarlo.
El general nos ordenó su búsqueda.No le objeté nada.Otros soldados tenían ordenes de destruir algunos templos.No hubo ninguna consideración al respecto.Un pueblo que busca la paz y el camino espiritual no podía hacer nada contra la bestia comunista de Mao.
Finalmente dí con el Dalai Lama,estaba sentado orando.Jamás abandonó a su gente y se quede aguardando a que las bestias se calmarán.Apunté con mi ametralladora a su rostro.Pensé que lo más digno era una muerte rápida.Pero no pude reaccionar.No estaba haciendo absolutamente nada.
Cuando habría los ojos y me vio sonrió como si se tratase de un amigo.Tomo un puñado de arena y lo arrojó al aire haciendo una ofrenda.Estaba dándome su bendición.Me quede quieto,estático.Como si no sintiera los brazos ni las piernas.
Llegaron allí unos monjes budistas a sacar al Dalai Lama de aquel monasterio.No pude dispararle y le deje ir.Desde entonces he perdido la noción del tiempo y del odio.Pero he vivido demasiado.Aquellas imágenes de mi vida como soldado jamás se borrarán...